Anécdota sobre una relación amorosa toxica en torno a The King of Fighters 2002 publicada el 9 de febrero del 2018
Mi pareja me golpeó por ser mejor en The King of Fighters
Siempre se burló de mi por no poder ganarle, y cuando lo hice no lo aguantó.
La vida de pareja es complicada en muchas ocasiones. Mejor dicho: nosotros la hacemos complicada con nuestras acciones.
En esta ocasión, les contaré el desarrollo de lo que comenzó como una bonita relación de amor y videojuegos, pero que poco a poco se convirtió en un pozo sin fondo de violencia, desesperación, falta de madurez y muchas humillaciones en público.
Con lo último, no me refiero a gritoneos o “escenas” de pareja en un centro comercial, sino que hablo de aquellos momentos donde los videojuegos hicieron posible que nuestro orgullo fuera pisoteado.
Los juegos de pelea siempre, siempre fueron una gran competencia para poder medirse con los vagos de la cuadra; tener maestría en este género te aseguraba una buena posición en la popularidad, y hasta a veces, que pudieras jugar gratis por niños que “te pedían paro” (una práctica bastante infame, si me lo preguntan).
Puedo decir que tuve una infancia bastante “bonita” en los videojuegos. Aunque a mis hermanos les cagaba cargar conmigo (soy el menor), gracias a ello aprendí todas y cada una de las mañas básicas de títulos como Killer Instinct, Mortal Kombat y Street Fighter.
Poco a poco, las fichas en forma de Ruffle y el cambio de cincuenta centavos se hicieron mis fieles amigos, y con ellos, podía descubrir una cantidad enorme de juegos en los diferentes locales de mi pueblo. ¿Lo mejor? Cuando conocí a The King of Fighters.
JUEGO INCREÍBLE, PÉSIMO JUGADOR
Gracias a mis expediciones a las “maquinitas” pude conocer al que ahora, puedo decir que fue uno de los amores más grandes de mi vida: The King of Fighters 98. En esa época de inocencia y con todo mi ser pulcro, estoy seguro que si KOF 98 fuera una mujer, le pediría que fuera mi novia (oh, sí, estaba DEMASIADO obsesionado), era un juego perfecto para mí.
Buenos personajes, increíbles combos, animaciones hechas con el mayor cuidado que cuando cargas a un bebé… ¿El problema? Era un pésimo jugador.
No podía con ello. Era demasiado rápido. KOF poco a poco se convirtió en una secreta obsesión que no podía controlar. Aprendí lo más básico y lo suficiente para al menos “divertirme” y dar pelea, pero nunca pude sobresalir en él.
Así pasaron los años hasta que la conocí a ella: la chica que se convertiría en mi sueño dorado y la muestra de que las mujeres que juegan sí existen (un mito bastante tonto, debo admitir).
EL VIDEOJUEGO QUE ME AYUDÓ A ENCONTRAR EL AMOR
¿Quién no ha soñado con encontrar el amor? Supongo que todos, y es posible. ¿Quién no ha soñado con encontrar el amor y, que, además, le gusten los videojuegos? Muchas personas, y también es posible. Me ocurrió.
Ahí estaba, como siempre, en uno de los locales más atascados de un centro comercial que no pudo mencionar. Era mi rutina de estudiante, esperar a los de otras escuelas y tratar de “medir mis habilidades” con ellos. Mejorar de manera constante, con el sueño de que algún día me dieran un apodo chingón y fuera reconocido por jugar muy bien.
En uno de esos días de vaguez, uno de mis amigos llegó con una chica bastante llamativa. Cabello largo hasta la espalda, delgada, de aspecto frágil a primera vista, pero algo “robusta” a la hora de tener contacto físico. Algo se encendió en mí porque era bastante guapa, aunque con mi baja autoestima y físico, inalcanzable.
Me quité la idea de una relación casi de inmediato y me puse a jugar KOF 2002, como siempre. Trataba de hilar combos y por más esfuerzo que hacía, no era tan sencillo como creía; ella se acercó, pero no para ayudar, sino sólo para burlarse de mi laxa habilidad para el juego. En un inicio me enojé, pero no le tomé mucha importancia. Enojo de segundos. Lo bueno fue cuando me retó y en tono bastante retador, me dijo…
“Dejaré que mates a dos de mis personajes, yo sólo jugaré con el último. Si puedes ganarle mínimo a uno, saldré contigo.”
Sonó como a película, pero así pasó, con la gran diferencia de que me pusieron la arrastrada de mi vida. No pude ni meter las manos, y sinceramente, hasta se me quitaron las ganas de jugar.
Nunca, nunca en la vida me había sentido así, tan derrotado, tan… nada, y como les comenté mucho más arriba, pisotearon mi orgullo.
Entre burlas, gritos, el clásico “¡tsssss!” y demás, me largué a mi casa. No me dolió que me ganara una mujer, sino que yo llevaba AÑOS jugando videojuegos y me demostraron que fue inútil. No sirvió de nada que repasara todas las entregas… mis esfuerzos eran inútiles. Para no hacerla muy larga, mi chica soñada se convirtió en mi pesadilla: máquina donde echara una moneda, máquina donde me iba a molestar. Fue mucho tiempo el que pasé así, hasta que en uno de mis momentos de ardido, le juré que le ganaría en su propio juego.
Practiqué mucho y sí: volví a retarla. Las mismas reglas, los mismos personajes, todo similar al primer encuentro que tuve con ella. Pude ganarle por mera suerte, y sin esperarlo, comenzamos a salir.
Lo pensé como una broma, pero iba demasiado en serio. Íbamos a comer, jugábamos juntos, en ese tiempo el boom de Yu-Gi-Oh! y Magic: The Gathering nos unieron en demasía. Todo iba perfecto, pero no me podía sacar la espinita de no poderle ganar legalmente en el juego donde ella se consideraba la mejor.
TENGO QUE SER SIEMPRE EL MEJOR, MEJOR QUE NADIE MÁS
Fue así como, secretamente, logré contactar a un pelado que le decían “El Sabio”. Ya sabes, el clásico “güey” que jugaba súper chingón, era mamón, se sabía todos los combos y no querías jugar contra él. El mam*dor que agarraba la palanca como copa de vino… con esa descripción es suficiente.
Literal, le pagué para que me “entrenara” para poder jugar a un nivel decente. Recuerdo que pasé como seis semanas con las manos hechas trizas por jugar. Mis dedos estaban morados de tanto repetir secuencias de C,A,C+B,C,A, “u para adelante con A”… Afortunadamente, todo ese esfuerzo dio frutos.
Yo seguía con la mentira de que no había mejorado mi nivel. Las cosas iban bastante bien con mi chica, a tal grado de que incluso me quedaba a dormir en su casa (era unos seis o siete años mayor que yo, y yo pues… era un chico de 16 años viviendo en la ilegalidad).
Ilusamente, pensé que sería una una gran sorpresa demostrarle que había mejorado mi nivel, lo cual, mis queridos amigos, me sumió en un círculo de violencia.
Viernes casual, todos los amigos reunidos, un poco de alcohol en su sistema y en el mío también, las retas a más no poder y un local de maquinitas que se sentía como un sauna.
“¡Qué onda! ¿Nos echamos la reta? Aunque no va a servir de nada, porque aquí nunca me vas a ganar”, es la frase que se convertiría en el fin de mi relación.
“¡Va! ¡Me lo aviento! ¡Pero ahora sí voy a jugar bien!”, entre mi estado etílico, mi soberbia también salió a relucir. Ella escogió a May Lee, Iori y a Whip, su personaje más problemático.
En mi equipo tenía a Vanessa, Kula y Athena. Un equipo con dos personajes bastante básicos y uno que apenas podía controlar.
Los rounds pasaron, íbamos uno a uno, se sintieron sus nervios… dos de sus personajes cayeron y Whip era su única salvación. Con ella terminó con Kula, un personaje de respaldo y al final, sólo me quedaba Vanessa contra su “main”.
¿Nunca han tenido partidas donde hasta las manos les sudan? Exactamente así me pasó. Tal cual. Como película, toda la gente se amontonó, gritó, le metió más emoción de la que debería y entre todo ese estrés emocional, ella perdió con un combo que a duras penas pude conectar.
Grité de la emoción y de inmediato me quedé en silencio por un golpe bastante duro que me dieron en la cabeza. Pensé que había sido uno de mis amigos por la emoción, pero había sido ella. No lo entendía, la verdad SÍ ME ***CHES DOLIÓ. Pensé que fue de broma, pero la fuerza me confundió.
Se quedó callada. No decía nada. No quiso retarme. No me felicitó. Sólo dijo que se quería ir a su casa y que si podía acompañarla. Obviamente no me negué, pero sentía que las cosas habían salido “mal”.
Fue un camino súper incómodo de 30 minutos, hasta que paramos en un Oxxo por cigarrillos y cerveza. Era un combo increíble, pensé, pues la cerveza relajaría las cosas. Grave error.
Llegamos a su morada, nos pusimos a ver anime un rato y después comenzamos a beber. Las cosas iban bien hasta que empezamos a… bueno, “jugar” un poco.
Por azares del destino que no me quiero acordar, terminé amarrado de las manos. Se me hizo divertido, sólo hasta que recibí el primer golpe, a puño cerrado. No era un juego de pareja, era claro que había un problema, y ese problema era yo.
No recuerdo mucho, sólo los gritos de que le había arrebatado “lo único que la hacía especial”, el sentimiento amargo de esa violencia y el dulce sabor de la Noche Buena, cerveza que hasta la fecha bebo a manera de masoquismo para recordarme qué hay cosas que no debo volver a caer. Fue una noche larga, donde mi sufrimiento terminó hasta que la última botella se vació.
3:00 am y acabé fuera de su casa, con una contusión densa y caminando hacia la nada. Odio los espejos, por lo que nunca me vi la cara, pero imagino cómo venía que una patrulla en vez de interrogarme sobre mi estado, terminó llevándome a mi casa.
Después de eso, jamás volví a verla. Continué jugando KOF 2002 con la esperanza de volverla a encontrar… ¡Nah! La verdad es que no.
Es una relación que recuerdo con mucho cariño a pesar de todo. A lo mejor lo malo fue que era seis o siete años mayor que yo, que normalicé ciertos años de violencia o que era una mala perdedora.
No creo que sea un mala persona, pero si estás leyendo esto por casualidad, “P”, espero que podamos hablar como la gente civilizada y los adultos que somos y podamos quedar en unas retas otra vez.
Fuente;http://www.gamedots.mx/mi-pareja-me-gol ... g-fighters